Existe la idea de que nos tenemos que centrar
en las cosas que no hacemos correctamente para mejorar y ser una persona más
completa. Desde pequeños recibimos clase de refuerzos o vamos a academias para
mejorar en aquellas asignaturas que flojeamos para poder superar el curso.
No tengo nada en contra de esto. El problema
se crea cuando incidimos demasiado en las cosas que no hacemos bien, y nos
olvidamos de eso que hacemos con maestría, en lo que somos realmente buenos, y
que nos diferencia del resto.
Desde muy pronto encasillamos a los niños: “es
simpático”, “dibuja bien”, “es muy listo”, “no se la bien la lengua”, “se le da
fatal los idiomas”, "es muy rápido",… y multitud de afirmaciones más que seguro que habéis oído en
multitud de ocasiones.
Todos tememos cosas que se nos dan mal, muy
mal, y que quizá a lo mejor nunca conseguiremos hacerlo bien. Pero también
tenemos alguna que hacemos especialmente bien. Partiendo de esta situación,
nuestra vida vendrá marcada por la importancia que le demos a esta relación que
existe entre nuestras cualidades y nuestros defectos. Me explico. Puede que
tengamos mil defectos y solo disponemos de una virtud, pero si nos centramos en
esa virtud eso es lo que nos diferenciarán del resto, y eso es lo que nos hará
atrevernos a enfrentarnos a nuevas situaciones que eso garantizará cambios, y
como ya sabéis, esto es lo que te desarrolla como persona.
Si por el contrario nos centramos más en
todas esas cosas que no sabemos hacer, esa gran virtud con la que contamos
tendrá a desaparecer, porque no la dejaremos brillar, e iremos encaminados al
inmovilismo, ya que tendremos mil razones (tanto como defectos) para no enfrentarnos
a las situaciones nuevas con confianza.
Esta circunstancia además de a las personas,
se puede aplicar a las instituciones. ¿Quién no ha estado en organizaciones en
las que se resalta una y otra vez todo aquello que no se hace correctamente? y en ningún momento se ensalza aquello que lo
diferencia de la competencia. Hay que detectar las cosas que no van
correctamente, si, pero simplemente para intentar cambiarlas. No se les puede
dar nunca más importancia que nuestras virtudes. Las empresas que crecen son aquellas que se centra en lo positivo de
la organización y no en lo negativo.
Nuestro potencial es inmenso si nos centramos
en nuestras virtudes. Cuando desarrollamos proyectos sobre nuestras virtudes,
nos surgirán aspectos que no dominamos tanto (defectos) pero que con trabajo
los conseguiremos cambiar ya que la esencia de nuestro proyecto es nuestra gran
virtud, y eso nos dará la confianza necesaria para acometer la ardua labor de
mejorar nuestros defectos.
Si nuestra mayor virtud la acompañamos con
sólidos valores, nuestros logros pueden ser espectaculares. Hay una gran película, que seguro que has
visto, que nos muestra esta idea, Forrest Gump.
“Su muy
mejor amiga Jenny” le descubre su virtud, correr, y basándose en ella Forrest
consigue multitud de logros en su vida. ¿Tienes tú “una muy mejor amiga”?
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