En la sociedad actual hay un mal endémico,
se abandona una cantidad de proyectos muy elevados, muchos de ellos antes de
haberlos comenzado.
El problema, a mi juicio, reside
en que tenemos una idea totalmente equivocada de lo que es un proyecto, o mejor
dicho de cómo elegimos nuestro proyecto. Para muchos un proyecto es algo a lo
que tienes que llegar o lo que quieres conseguir, es decir, que se ponen un
objetivo o una meta que le satisfaga y empieza a trabajar para lograrlo.
No tengo nada en contra de ello,
pero creo que a la hora de definir el proyecto nos quedamos cojos. Un proyecto
no es solo eso a lo que pretendemos llegar, también lo forma todo aquellas
cosas que tenemos y que debemos hacer para llegar a nuestra meta, y muy pocas
veces pensamos en ellas. Y diría más, como percibimos estas cosas que tenemos que
hacer es lo que va a definir si tendremos éxito o no en nuestro proyecto.
Supongo que habrás escuchado
alguna vez la siguiente opinión: “Para llegar al objetivo hace falta trabajo,
fuerza de voluntad y constancia”. Es totalmente cierta, pero estas tres cosas
tienen connotaciones “duras”, es decir, a todo el mundo le cuesta ser
trabajador, tener fuerza de voluntad y se constante, y quien diga que no,
miente. Pero esto puede cambiar, si esas cosas que tenemos que hacer para
lograr a nuestro objetivo (al fin de nuestro proyecto) nos encantan y nos
apasionan. Cuando te diviertes y disfrutas con cada uno de los pasos que tienes
que dar dentro de tu proyecto, el trabajo se convierte juego. La constancia se convierte en repetición
placentera y la voluntad se convierte en la razón de la despertarte cada día.
“Cuando encuentra lo que te gusta, la madrugada se convierte en día, el
sábado se vuelve martes y un momento se vuelve una oportunidad”.
No podemos embarcarnos en
proyecto en el que no disfrutemos del camino que este nos ofrece, hay metas que
para llegar a ellas tenemos que realizar un viaje muy largo, y el problema es
que las vistas que este nos proponen no nos agradan en ningún momento, por esto
es lógico que a mitad de camino nos demos la vuelta y nos volvamos a casa. No
hay trabajo, constancia y voluntad que pueda luchar contra viajes insufribles,
por muy bueno o “suculento” que sea el destino final.
Todas las personas que han
logrado grandes logros y hazañas en su vida, han sabido disfrutar del camino,
tanto de las cosas que tenían que hacer, como del lugar donde debían hacerlas y
de las personas con las que las hacían.
Te voy a destripar el final de la
película, si te embarcas en un gran proyecto, del cual disfrutas, y lograr
llevarlo a cabo, cuando te sientes después a recapacitar, lo que más contento
te pondrá no es su consecución, no. Lo que más recordaras, es todo lo que
tuviste que hacer, las personas que conociste por el camino, y en la persona
que te has convertido gracias a esta experiencia, y si no me crees date el
gusto de escuchar a cualquier protagonista de alguno gran proyecto.
Hoy te acerco el ejemplo de una
de las mejores deportistas que ha dado nuestro país, y que la semana pasada se
ha retirado, Amaya Valdemoro, sin duda un ejemplo como deportista, y como
persona.
Aquí podéis ver todo lo que ha
conseguido en su vida deportiva, y algunas de las declaraciones de su rueda de
prensa. Pero para ella lo importante no eran sus logros, sino que cada semana
tenía la ocasión de disfrutar metiendo una pelota dentro de un aro, y es lo que
más va a echar de menos. Sin duda Amaya Valdemoro, ha sabido disfrutar de las
hermosas vistas de su viaje.