Un estudiante de
biología esta en el laboratorio con su profesor. Analizan el proceso por el que
los gusanos de seda se convierten en mariposas. 10 capullos han comenzado a
romperse y poco a poco van abriéndose. Cuando quedan tres capullos por
romperse, el profesor dice al alumno: Tengo una reunión, te dejo aquí para que
los vigiles, vuelvo en menos de una hora. 30 minutos después un capullo se abre
y sale una mariposa. Poco tiempo después se abre otro capullo y sale otra
mariposa. Pasa 30 minutos más y hay un capullo que todavía no ha abierto. El
alumno se preocupa, y piensa. Vendrá el profesor y este capullo aún sin
romperse, ¡va a pensar que he hecho algo! Así que, coge un cúter y le hace un
pequeño corte al capullo para ayudarlo. La mariposa despliega las alas, arranca
a volar pero es incapaz de levantarlas. El alumno piensa, ¡a ver si he cortado
un nervio!
En ese momento el
profesor entra y le pregunta: ¿cómo ha ido todo?
-El alumno responde:
Bueno, bien. Todos han salido menos este que no vuela.
- Profesor: ¿ha ido
todo normal?
- Alumno: Bueno, le he
ayudado un poco a romper el capullo. Porque pensé que la mariposa podría morir
si no intervenía. Tal vez le he roto un nervio o un ala.
- Profesor: No le has
roto un ala, pero le has hecho una inútil de por vida. Porque la mariposa
gracias al esfuerzo que hace para romper el capullo, hace que las alas se
irriguen con sangre y pueda usarlas, y no es ella la que rompe el capullo, ya
no va a poder volar.
Esta historia pertenece a un libro, Jugar con
el corazón, de Xesco Espar. Me parece
perfecta para recalcar la importancia que tiene para una persona en formación
dejarle que ella realice sus esfuerzos para mejorar y crecer.
Cuando enseñamos no podemos sobreproteger a
nuestro “alumno”, tiene que lograr por sus propios medios los objetivos. El
formador tiene que guiar, tiene que mostrar, tiene que incentivar, pero nunca
puede sobreproteger.
En el proceso de formación, va haber
infinidad de situaciones en el que el formador se encuentre en la disyuntiva si
tiene que ayudar o no al “alumno”. En esa situación tendremos que correr un
riesgo controlado, es aquí cuando se hace más importante que el formador
acompañe al “alumno”, pero nunca hay que sobreproteger.
Hay que darle la oportunidad a los “jóvenes”
a que logren grandes retos por sus propios medios, esto sin duda garantizará
que tenga un mayor autoestima que le servirá para futuras situaciones.
Hace unas semanas, en la revista Magazine de
El Mundo, descubrí una entrevista que le realizan a Alessandro Benetton, el
heredero de del Imperio Benetton. Que antes de dirigirlo, le dio tiempo de
realizar otros muchos proyectos, entre ellos montar su propia compañía de
inversiones con 28 años.
Lo que más destaca en este artículo es lo
siguiente:
“A él le agradezco que haya corrido riesgos
conmigo desde que yo era pequeño” Cuando
con 13 años y sin saber inglés, su padre lo mandó a Inglaterra completamente
solo, armado únicamente con un papelito con las instrucciones que debía
seguir: al bajar del avión coger un
tren, llegar a Victoria Station y tomar allí otro tren hacia Cornualles. “
Según los estándares actuales, hay a quien le podría parecer incluso una
crueldad. Pero en realidad sirvió para que aprendiera a bandearme solo”
Es llamativo, que una persona que desde
pequeño lo ha tenido todo, lo que más valora de su padre es lo intangible, las
experiencias que le proporciono su padre, que facilito que él se valiera por si
mismo.
El artículo está bien y con buenos ejemplos. Te animo a que escribas sobre "como motivar al alumno para que quiera aprender". Creo que la clave de la educación está ahí, en motivar al alumno para que quiera aprender.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias Alvaro por tu comentario. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Dentro de poco os "sorprendere" hablando de la motivación.
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