Evidentemente,
no todo lo que pasa en la vida, sucede para bien. Sería de necio afirmar algo
así. Si no, pregúntaselo a alguien que ha sufrido la muerte de alguien querido,
o a quien ha vivido alguna catástrofe, eso no pasa para bien, en eso estamos
todos de acuerdo.
Pero
con la afirmación que da título a este artículo, lo que intentamos es dar un
enfoque lo más constructivo posible a todo aquello que nos sucede. Por poner un
ejemplo: si fallece un ser querido creo que sería imposible sacar algo positivo
a ese hecho. Lo que si podemos empezar es, a partir de esa desgracia, a valorar
mejor los momentos que vivimos con los seres queridos que están a nuestro lado
y darle mucha más importancia que le dábamos antes. Esa es la actitud, de todo
pasa para bien.
He
empezado como un ejemplo extremo, ya que siempre que digo tal afirmación: todo
pasa para bien, es con la primera que me debaten. Pero en el día a día nos
encontramos con múltiples situaciones y conflictos, por suerte mucho menos dramática
que la anteriormente expuesta, y que la actitud con la que nos enfrentemos a
ellos, hará que eso que consideremos un problema quizá luego se nos convierta
en la mayor de nuestras oportunidades.
El
gran problema de hoy, del que creemos que será una lacra para nuestra vida,
puede convertirse en la situación definitiva para conseguir cosas maravillosas.
Si aprendemos a superar nuestros escollos y conseguimos utilizar las paredes
que aparecen en nuestro camino en escalones para llegar más alto, no tengas
ninguna duda de que tu futuro es prometedor.
Para
ilustrar esta idea, te dejo un fragmento de un libro de Andre Kostolany, donde
nos explica como un fracaso inicial pude ser el mejor de los impulsos.
“¡Quién podría ser un mejor ejemplo
que el «rico Grün», de cómo puede llegarse a
millonario sin necesidad de estudios!
Siendo pobre respondió a un anuncio
en el que se ofrecía un puesto de sacristán en un templo de Viena. En aquellos
días un sacristán tenía que saber leer y escribir. Como Grün era analfabeto, no
le dieron el empleo. Desconsolado, utilizó el poco dinero que le habían dado como
compensación por
el viaje, para emigrar a Estados Unidos. En Chicago empezó a hacer buenos
negocios. Con sus primeros ahorros creó una empresa que fue creciendo más y más
a medida que pasaba el tiempo. Un gran grupo de empresas le compró sus negocios
y, a la hora de firmar el contrato, se produjo la gran sorpresa: Grün,
analfabeto, no estaba en condiciones de firmar.
—¡Dios mío! —dijo el abogado del
comprador—. ¡Hasta dónde hubiera llegado usted de saber leer y escribir!
—¡Sería sacristán de una iglesia de
Viena! —fue la respuesta.”
Evidentemente a Grün, la perdida de trabajo de
sacristán, fue una de las mejores cosas que le podía pasar, aunque él en ese
momento no tuviera la misma opinión.
Disfrutad de lo que queda de domingo, y preparaos
para una nueva semana llena de oportunidades.