Estamos en una sociedad dominada
por lo superfluo, lo inconstante, lo breve, por el aquí y ahora. Todo se mueve
a partir de modas pasajeras, de cánones
de comportamiento que duran un fragmento de tiempo insignificante, lo que
provoca que las cosas pierdan importancia.
Por suerte (o por desgracia), y
haciendo caso a la esperanza de vida que rige este país, yo todavía no he
llegado a la mitad de mi vida. Pero ya hay cosas que me llaman soberanamente la
atención y que creo que en estas tres décadas de vivencias que atesoro, me ha dado muestras de que esto, lejos de
cambiar, va a peor.
Cada año veo que la gente trabaja
menos. Y con trabajo no me refiero a la labor remunerada, no es nada de eso. Me
refiero a horas de prácticas que le dedican a conseguir un sueño o a
desarrollar un proyecto. Al tesón de conseguir encontrar el control de alguna
materia por la que se siente atraído. Es ese el trabajo que me refiero.
Hoy en día, nuestros pensamientos
van mas encaminados a la satisfacción en el instante siguiente. Cuando nos
planteamos algo que realizar, enseguida miramos si los primeros instantes de
esa labor nos va a llevar al disfrute o a la diversión. Y por desgracia, que
sucede, que las actividades nuevas que nos planteamos no esta en nuestra zona
de dominio, por lo que no nos hacen feliz, y al poco tiempo acabamos abandonándolas.
Y así es imposible mejorar nuevas facetas o conseguir nuevos cambios en
nosotros.
Marcom Glandwel, escritor,
periodista y sociólogo estadounidense, tiene
una teoría sobre la práctica con la que estoy muy de acuerdo. Marcom defiende
que para lograr ser un experto en una determinada materia le tienes que dedicar
a ella unas 10.000 horas de práctica. Eso quiere decir 10 años de 20 horas
semanales de práctica.
Os invito a reflexionar. Cuantos
os habéis propuesto un sueño o un proyecto, ¿y lo habéis abandonado? Seguro que
muchos, yo el primero. Ahora la pregunta lapidante ¿Cuántos hemos abandonado
ese sueño o ese proyecto sin realizar las 10.000 horas de prácticas?
Seguramente los mismos que antes. Y lo que es peor hemos abandonado ese
proyecto pensando que era imposible de realizar, casi antes de empezar.
Seguro que después de esta
reflexión de las 10.000 horas, hay un 80% de personas, que han pensado. “Si
hombre como le voy a dedicar 20 horas semanales a algo, con la cantidad de trabajo
(remunerado) y obligaciones familiares que tengo”. Bien les pido a esas
personas que dejen de leer este artículo, y que se vayan a trabajar
(remunerado) para terminar antes y poder disfrutar de su familia. El resto del artículo
es para el otro 20% de las personas que no se ponen excusas.
Tenemos que encontrar la
satisfacción en trabajar duro con ahínco, para conseguir dominar nuestra
materia (lo que nos propongamos), con sacrificio todo se puede conseguir. Los
comienzos son difíciles, asustan y nos enseñan nuestras carencias. Nuestra
mente nos mostrara su gran inventivas en forma de excusas que nos llevará al
abandono, es aquí donde nuestra tenacidad debe de guiarnos.
Lo bueno de ponerse meta no es
conseguirlas. A cualquiera que conozcáis que ha conseguido un logro importante
en su vida, os lo dirá. Lo bueno de conseguir el objetivo es haber vencido a
los miedos durante el tiempo que has dedicado a perseguir la meta. Es esto lo
importante. No es llegar, es poder recordar los instantes en los que no veías
salida, y como al final lo superaste. Esta lección es valiosísima y aplicable
en el resto de retos que nos enfrentemos en nuestra vida.
El trabajo duro, engancha, ¡disfrútalo!
, y es lo único que te puede hacer lograr tus sueños.
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