Nuestra mente es un arma
asombrosa, seguramente la más poderosa con la que contamos. Es capaz de
imaginar, diseñar, analizar, discurrir, pensar y, por supuesto, inventar.
Como le decía su Tío a Peter Parker (Spiderman),
“Tener un gran un poder conlleva una gran responsabilidad”. Pues todos tenemos
un gran poder, nuestra mente, pero tenemos la gran responsabilidad de sacarle
el mejor partido, y que no se convierta en nuestra peor enemiga, que también
puede suceder.
Todo lo que sucede a nuestro
alrededor, llega a nuestra mente a través de los sentidos, y esta empieza a
funcionar para poder “etiquetar” lo sucedido y llevarlo al compartimento de
nuestra memoria donde almacenamos situaciones similares.
Esto que explicado de esta manera
parece sencillo y asequible, en el mundo real no lo es tanto. Hay situaciones
muy complejas, que no llegamos a desmenuzar
lo suficiente para poder archivarla. Hay otras veces que nuestros
sentidos no nos ofrecen toda la información necesaria, y el análisis se vuelve
más complicado. Y otras muchas, por desgracia, que nuestra mente no se centra
en lo que debe centrarse y divide su atención en diversas circunstancias que
hace que fraccione su potencial entre todas ellas, por lo que hace que nuestra
mente no dé el rendimiento esperado, por lo cual, nosotros tampoco.
Nuestras acciones están
totalmente ligadas a nuestros pensamientos, si el funcionamiento de nuestra
mente es óptimo, nuestro potencial será muy elevado. Estos pensamientos están ligados a la
capacidad que tengamos para analizar las situaciones y ubicarlas dentro de
nuestro cerebro.
Pero por desgracia, lo que
metemos dentro de nuestra cabeza también nos puede jugar malas pasadas. Puede
limitar nuestras acciones y que limiten nuestro rendimiento.
“Lo hicieron porque no sabían que
era imposible”
Jean Cocteau
Tenemos que ser capaces de
utilizar nuestra capacidades (mente y sentidos) en la medida necesaria que
requiera cada acción. El exceso de información y de análisis muchas veces
reduce el nivel de nuestra ejecución, ya que divide nuestra atención en
demasiados frentes.
Cuando nos enfrentamos a un
problema o una situación, debemos ser capaces de focalizar el foco en lo
importante y discriminar toda la información y todos los pensamientos sobrantes
que recibe nuestra mente. Debemos estar a “foco” con la esencia de la
situación.
Pondré un ejemplo, en nuestra
vida laboral surge un problema con un cliente. Y nosotros pensamos, <<justo ahora a 15 minutos de mi
horario de salida, para que luego mi jefe no me lo agradezca>>, al
instante posterior surge otro pensamiento,
<<este trabajo siempre me está robando tiempo para estar con mi
familia>>, a la vez entra un email de un pedido nuevo del cliente,
nuevo pensamiento <<Que bien, por fin
consigo a este cliente importante, seguro que esto me dejará en mejor lugar en
la empresa>>. Tu cabeza no para, <<¿mejor
lugar? , como no solucione el problema con este cliente me parece a mí que voy
a tener todo el tiempo del mundo para ver a mi familia, porque me van a
despedir>>….
Este es un ejemplo de al ritmo tan alto que
puede trabajar nuestra mente, y que muchas veces se puede convertir en nuestra
peor enemiga y hacer que nuestra atención se nos olvide en lo realmente
importante, que en ejemplo anterior era el
problema con el cliente.
Tenemos que acostumbrarnos a
centrarnos en la esencia de las cosas y eliminar lo superfluo. Así que
conseguiremos que nuestras acciones fluyan.
A continuación os dejo una escena
de la película el Último Samurai, donde a Tom Cruise se lo explican de una
manera mucho más sencilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario